Crónicas Dubaitíes I

Uno se marcha a Dubai medio atacado por la distancia, por la pereza del viaje y por las millas de oriente que siempre parecen más largas que las de poniente. Pero resulta que no es para tanto. Cuatro días en el emirato acaban con el encanto oriental y las mil y una noches se convierten en los mil y un grados de la calle y en el frío extremo de los edificios, permanentemente acondicionados para que estés ... HELAO !!!

Dubai es un gran centro comercial, un punto de negocios construido como muñecas rusas que aloja a su vez otros mega centros comerciales (Malls, como ellos lo llaman) donde todo discurre plácidamente y donde el dinero simplifica la vida. Sus rascacielos no dejan de ser llamativos anuncios que parecen decirte: "Ven aquí, comercia, haz negocios, todo es fácil". Y lo es.

Un viajero despistado aterriza dormido tras siete horas de viaje y -horror- esto es Nueva York otra vez, pero en ocre. Hay tanta luz que el paisaje parece requemado, como las estepas castellanas en un pleno mes de agosto durante la siega. Abandonas el gélido abrazo del aire acondicionado y ¿qué encuentras?. Construcciones. Edificios. Hormigón a raudales y un despliegue inabarcable de instalaciones modernas que avasallan.

Si por casualidad se te ocurre poner un pie en la calle encontrarás lo más parecido al mundo árabe que vas a ver: un enorme Hamman calentorro y húmedo donde se derriten las ideas. Quizá por eso ver un árabe en Dubai es más difícil que ver un gitano con gafas. Si quieres encontrarlos, ve a los centros comerciales. Con cazadora, eso sí. La rebequita siempre a mano.

La imagen de Dubai es necesariamente la de un indio sentado. Un indio de la India, claro. Un indio morenote, achicharrado por el sol en el que ya no se distingue el pringue natural y el moreno albañil. Aquí los que parecen trabajar son los indios. Cualquier curro que suponga sudar lleva aparejado un indio que lo hace. Eso sí, da igual que sea en el sector del ladrillo o en el aparataje industrial. Ponga un indio en su vida. Cuando termina la jornada, las furgonetas blancas renegrías por el uso pasan a recogerlos. Los pobrecillos tienen cara de querer irse a casa, que ya les toca, pero da la impresión de que su furgoneta nunca llega y mientras tanto pasan las horas muertas en los bajos de los edificios, como haciendo botellón, pero en realidad esperando infinitamente. La imagen de Dubai es la de un indio que espera, pero no desespera.

La mezcolanza no acaba aquí. Árabes currando, pocos. Pero del resto del mundo, lo que quieras. Se lleva mucho también lo indonesio. Las indonesias más bien. En trabajos más delicados o en tareas de atención al cliente te encuentras muchachas bajitas y espigadas -muy monas ellas- que te atienden con una sonrisa.

Porque aquí sonreir, lo que es sonreir, pues no sonríe ni Alá. Están todo el día apretaos, sobre todo los que van por la calle con sus mujeres de riguroso luto, enveladas ellas, con la rendija de los ojos abierta y poco más. Hemos visto pocas mujeres tapadas hasta arriba y, desde luego, ningún burka, pero no es raro verlas con velo y sólo con la línea de los ojos descubierta. Para poder encontrar a una mujer así primero tienes que encontrar un árabe -con o sin chilaba- así es que ... VE A UN CENTRO COMERCIAL. El resto de las mujeres pueden llevar o no velo y pueden ir de luto o vestidas a la occidental pero, eso sí, antes muertas que sencillas. Sin maquillar no salen. Se supone que no puedes mirar a los ojos directamente pero claro, te encuentras de frente con un faldón negro que avanza y que sólo tiene una rejilla y tiendes a fijarte en eso, a mirar a los ojos. Error, no se puede establecer contacto visual. Por eso en las fotos de los emires que están repartidas por cualquier edificio los mandatarios aparecen de perfil.

La comida árabe también brilla por su ausencia. El mercantilismo que todo lo puede no pone ningún problema en encontrar una buena hamburguesa de las marcas ya conocidas. Para los nostálgicos, aquí sobrevive "Wendys". También proliferan los kebabs, los restaurantes indios, los chinos, los de noddles, los starbucks. Pero si quieres un buen tajin de cordero las vas a pasar canutas. Y un cus-cus, ni te digo.

Conducir es fácil. Los carteles de la carretera están en árabe y en inglés y tienen dos cualidades impagables: están situados antes de las salidas con lo que te da tiempo a tomarlas sin agobios y te llevan a donde dicen (cosa que no es tan común). Así es que al final, en coche llegas a todos los sitios. Por si acaso, tienen una arteria principal de 6 carriles por sentido que cruza los principales núcleos de Dubai (Downtowns) de norte a sur por lo que si te pierdes sólo tienes que encontrar esta carretera.

Así es que asín es Dubai, ciudad de vacaciones, donde todo lo artificial campa a sus anchas, donde no hay problemas de espacio, donde reina el calor cansino del peor levante que imagines, donde Benidorm se queda chica. Donde los indios te miran sentados y los árabes ... te miran de lado.